Antes de que la yerba mate se convirtiera en una bebida emblemática del Cono Sur, fue el corazón de una cosmovisión ancestral: la del pueblo guaraní. Habitantes originarios de la selva paranaense , un vasto territorio que hoy abarca parte de Argentina, Paraguay y Brasil, los guaraníes fueron los primeros en descubrir y honrar las propiedades de esta planta milenaria.

Para ellos, la yerba mate no era simplemente una infusión. Era una planta sagrada. La llamaban “caá”, una palabra que encierra un triple significado: yerba, planta y selva. Este simbolismo no era casual. Reflejaba la manera en que los guaraníes concebían su entorno: como un ecosistema sagrado e interconectado, en el que cada ser tenía un propósito espiritual y comunitario.

Un vínculo espiritual y cotidiano

La yerba mate era parte esencial de la vida guaraní. Se utilizaba como:

Bebida revitalizante, compartida en círculos comunitarios, donde el acto de beber se convertía en un ritual de encuentro.

Medicina natural, gracias a sus propiedades digestivas, energizantes y curativas.

Moneda de trueque, intercambiada con otros pueblos originarios en ferias y encuentros.

Elemento de culto, profundamente ligado a la espiritualidad y la conexión con sus dioses.

Los guaraníes no cultivaban la yerba de forma sistemática. Recolectaban sus hojas de plantaciones naturales en las profundidades de la selva, protegiéndolas celosamente. Su consumo era moderado y respetuoso, como corresponde a algo sagrado. La infusión se preparaba en calabazas y se sorbía con bombillas artesanales hechas de tacuara, o incluso filtrando con los dientes. La ceremonia del mate ya existía, mucho antes de que los conquistadores pusieran pie en estas tierras.

La leyenda del origen

No se puede hablar del vínculo entre los guaraníes y la yerba mate sin mencionar la leyenda que rodea su origen. Según la tradición oral, fue un regalo de Yasí, la diosa Luna, quien, conmovida por la generosidad de un cazador y su familia, decidió recompensarlos sembrando una planta mágica. Así nació la yerba mate, que sería desde entonces un símbolo de hospitalidad, amistad y unión.

La hija del cazador fue bendecida con la custodia eterna de la planta, convirtiéndose en Caá Yarí, el espíritu protector de los yerbales. Hasta hoy, los trabajadores rurales invocan su presencia entre las hojas, creyendo que su voz susurra entre los árboles y cuida del crecimiento de la yerba.

Un legado que sigue latiendo

El legado guaraní no solo vive en la historia, sino también en cada cebada de mate que compartimos. Cuando llevamos el mate a nuestros labios, participamos de un ritual que tiene siglos de antigüedad. Nos conectamos con una forma de vida en la que la naturaleza no era un recurso, sino un ser vivo con quien convivir en armonía.

Celebrar los orígenes de la yerba mate es también un acto de reconocimiento y respeto hacia los pueblos originarios. Es recordar que, mucho antes de que el mate llegara a nuestras mesas, ya era un símbolo de comunidad, de espiritualidad, y de profundo amor por la tierra.